Los grises del cielo, parecen acompañarme en esta historia digna de una narco novela, y la verdad es que para muchas personas incluyendo a quienes están al frente de nuestro gobierno, solo es eso, historias y relatos que se quedan en las periferias, en los municipios como Tlajomulco donde todo puede maquillarse con publicidad y donde la gente prefiere no decir nada, antes de verse involucrada en algún tema que ponga su vida en riesgo.
Cae la madrugada y las calles quedan desiertas, sin decirlo, pero sabiéndolo, las personas evitan salir después de cierta hora de la noche. Algunos gritos desesperados, luego algunos disparos, los pasos acelerados de algún asesino y finalmente el silencio espeluznante.
Los vecinos escuchan, nadie se asoma por la ventana, la última persona que hizo fue sometida frente a su hijo dentro de su casa. Por la mañana siguiente un bulto bañado en sangre que espera ser recogido, ese mismo día una madre espera encuentren la cabeza de su hijo para poder recoger el cuerpo completo, y alguien más pide auxilio para poder saber si su hijo está enterrado en una fosa al interior de un departamento. En este mismo escenario existen madres llevando a sus hijos a la escuela, los comerciantes abriendo sus negocios desde temprano y el señor del pan anunciando sus bolitas dulces a 5 pesos. Todo es tan real para quienes aquí vivimos, donde lo anormal es despertar sin algún muerto.
Si quienes nos dirigen ignoran las palabras suplicantes de familiares rogando por encontrar a sus víctimas, aun sabiendo la cantidad enorme de cuerpos ocultos en los pisos de casas del infonavit, si la realidad la maquillan, la ignoran con sus discursos cínicos de paz y su altruismo falso, cada día que pasa nuestros barrios con pequeñas casas de colores se vuelven panteones, donde sin saberlo en la casa de a lado, aquella que puerta con puerta nos obliga a ver al vecino, puede ser el escondite de villanos o la fosa donde yacen cuerpos sin rostros, pero cuyas almas vagabundas aún son buscadas por sus familias.
Las señoras de los barrios comenzaron a murmuran, cuiden a sus hijos que se los están llevando.
¿Pero quiénes y por qué?
Esas respuestas no se dan, ni se suponen en voz alta, son los únicos chismes que se saben, pero no se dicen. Y esas mismas madres inician una súplica con alguna publicación en redes, fulano a desaparecido, qué se fue de vago, qué seguro al rato vuelve, policía y vecinos suponen primero lo más lógico, pero últimamente se ha vuelto más lógica la idea de no volver a ver a un desaparecido.
En este tema más que una opinión es un breve relato de la realidad que se ha intensificado y también normalizado, pues mientras se creía que las fosas se daban en aquellas zonas de abandono, hoy resulta que todos los fraccionamientos incluso privados han sido escondites de crímenes terribles y que exista la facilidad de hacerlo tan abiertamente expone a una sociedad con miedo y a un gobierno sin autoridad que sigue siendo cómplice, pues quien a sabiendas de lo ocurrido no interviene, también es causante de tantas muertes.
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